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domingo, 25 de septiembre de 2011

4.Relaciones sexuales

TEMA ELEGIDO:Enfermedades Infecciosas de Transmisión Sexual

TEMA RELACIONADO:Relaciones Sexuales


Este tema esta particularmente relacionado con el tema elegido debido a que la principal forma de transmisión de una de estas enfermedades infecciosas es por medio del contacto físico osea por medio de relaciones sexuales o por otro tipo de contactos como secreciones humanas (sangre).

RESULTADO DE LA BÚSQUEDA

Relaciones sexuales

Hortensia Moreno (Autora) 

Lo sexual es lo corpóreo; tal vez por eso es profundamente misterioso. Lo sexual es íntimo, secreto. Se realiza en la oscuridad, a puertas cerradas, al abrigo de los ojos de otros; es peligroso, culpígeno, clandestino, prohibido.Se prescribe y se proscribe; se persigue. Es intenso, obsesivo, urgente,compulsivo. Lo sexual es abarcador; no deja asunto sin afectar, incluso desde la ausencia, desde la carencia, desde la represión. Es escandaloso,vergonzoso, obsceno: de lo que se habla en voz baja, en clave, sólo en determinados espacios, sólo con determinadas personas.Lo sexual nos viene a preocupar desde muy pronto en la vida; desde muypronto aprendemos a conocerlo y desconocerlo, a mostrarlo y esconderlo, a desearlo y a temerlo. Lo sexual es inquietante, desesperante:algo interno, escondido en lo más hondo de nosotros mismos pugnando
por salir, algo manifestado en metáforas, desquiciante. Perturbador,inevitable, arrasador.Hay una dificultad en la tarea de poner en palabras un asunto tan corporal y tan secreto. En lo personal, las relaciones sexuales siempre me han parecido más bien intrigantes, difíciles de definir, de ubicar, de desprender del conjunto en el que se hallan entretejidas: nuestro mundo simbólico.Uno de los principales sentidos de la sexualidad, tal vez el más simbólico, es la conciencia de la diferencia sexual. La evidencia de la diferencia, sin embargo, no es el principio de un conocimiento, sino precisamente un abismo de ignorancia para nosotros. Abusando de mi atención y cuidado de los demás (¿acaso porque se consideran las más naturales, las más biológicas?), mientras que la otra se entrega a la construcción de la cultura.Se ha vuelto un poco necio discutir si esta atribución tiene o no un claro amarre anatómico —aunque no falta quien sostiene aún que el cerebro funciona deficientemente en los cuerpos con útero—; y sin embargo, la diferencia sexual parece estar ligada de manera inflexible a la anatomía: somos seres seres sexuados. Nuestra primera y más inmediata identidad tiene que ver precisamente con la exclamación del partero (o la partera) en el momento en que nuestra madre nos arroja de su seno al mundo y él (o ella) nos toma, me imagino que de los pies, y mira me imagino que con alguna atención la configuración de nuestros genitales antes de decirle a nuestra madre ciertamente expectante —y al mundo,que ya desde ese momento nos habrá de tratar diferencialmente en función del resultado de esa mirada primera a nuestra genitalidad—: “¡es una mujercita!”, o bien “¡es un varoncito!” Como seres sexuados, nos
relacionamos de cieras maneras con “el otro sexo”.Por ejemplo, formamos parejas. Esta manera de relacionarnos no por obvia deja de ser inquietante; el amor y la pareja, a primera vista, son los modelos culturales que nos corresponden para resolver el problema individual que está implícito en la diferencia sexual, porque la pareja heterosexual es la unidad biológica de la que depende la reproducción dela especie. Y sin embargo, el discurso del amor, esa normatividad que organiza a partir más o menos del siglo XVIII el acceso a la sexualidad delas parejas heterosexuales “normales”, pareciera ignorar precisamente el
imperativo biológico de las relaciones sexuales.

El amor parece más bien un discurso capaz de imaginar lasrelaciones entre las parejas como un asunto que no tiene nada que ver con la reproducción de la especie. Una lectura rápida de la poesía de este siglo nos puede mostrar un ciertamente estratificado catálogo de emociones. Aquellas que atañen al amor entre amantes muy raras veces se refieren al 4 hecho de que las relaciones sexuales suelen acarrear conscuencias tales como el embarazo, el parto, la maternidad y todos los problemas que trae consigo la llegada de un nuevo ser humano al mundo. Por el contrario, la poesía quiere entender las relaciones entre dos seres humanos enamorados como un asunto directamente personal, individual, sin resonancias comunitarias. No como un problema que tenga que ver con el conjunto de la vida social, no como una incumbencia del grupo, sino como algo que atañe de manera estricta a sólo dos personas, y que no debe tener repercusiones hacia el mundo exterior ni efectos de ese mundo hacia el interior infranqueable de la pareja. Incluso la envoltura anatómica de las relaciones sexuales parece difuminarse y convertirse en una serie de imágenes un poco vagas, un poco etéreas, donde hasta la palabra “placer” resulta escamoteada. En esa forma de poesía que es la canción popular podemos verificar ese extraño fenómeno: todos sabemos que el tema principal de una proporción muy considerable de las canciones transmitidas por la radio es el cortejo: ese conjunto de discursos y prácticas cuya intención explícita es convencer a una persona —por lo general, a una persona del sexo opuesto, y en abrumadora proporción, a una mujer— de que quien canta “está enamorado” (o enamorada) y desea ser amado (o amada) en la misma medida. Pero este discurso cantado del cortejo muy raras veces menciona de manera directa su meta más obvia e inmediata: las relaciones sexuales. Sin embargo, es obvio que los ardientes amores no reclaman solamente miradas y suspiros y uno que otro besito, sino algo mucho
menos “platónico y honesto”. No se trata tan solo de platicar con la muchacha (o el muchacho) —aunque hay, por supuesto, contra ejemplos: unas cuantas canciones en que la metáfora alude casi sin tapujos al
encuentro amoroso de los cuerpos. Pero en nuestros medios sigue considerándose de muy mal gusto hablar de relaciones sexuales así, descarnadamente. Lo normal es hablar del amor, y de la infelicidad que su
ausencia provoca, o referirse a la sexualidad con eufemismos.5 Este olvido debe tener varias causas. Una de ellas es la aspiración del amor a individualizar. El enamorado ve a su amada precisamente como un ser humano en totalidad: la encuentra perfecta y única, insustituible.

En ese movimiento hacia adentro de la breve comunidad de dos hay admiración, aprecio, reconocimiento del otro yo, valoración de la persona en sí misma. Tal vez por eso las mujeres vivimos para el amor, tal vez por eso nos causa tal desolación su agotamiento; porque pudiera ser el único momento de nuestra vida en que somos reconocidas en nuestra personalidad plena y como fines, no como medios. Afuera del amor, las mujeres hemos sido llamadas a asumir, a causa de nuestra anatomía, el grave compromiso de la reproducción de la especie humana, mientras que los varones se pueden dedicar a todo aquello que convierte en humana a la especie. La maternidad, lo biológico, aquello para lo cual no hace falta sino la posesión de un útero en buenas condiciones —y que a pesar de esa condición tan material ha sido valorado como el hecho más sublime de la vida—, nos corresponde a las mujeres. Como los varones no pueden ser madres entonces tienen que ocuparse de otros hechos trascendentes. Las mujeres se encargan de reproducir el cuerpo y los varones se encargan de reproducir el espíritu.



NOTA: Si desea leer mas sobre el articulo siga el siguiente enlace: http://unam.academia.edu/HortensiaMoreno/Papers/610851/Relaciones_sexuales el archivo esta disponible para cualquier usuario citado el 25 de septiembre del 2011. publicado por  Hortensia Moreno (Autora) archivo pdf, archivo de Ensayos sobre la igualdad sexual, Península, Barcelona, 1973, p 190.

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